Cuarenta años después de que surgieran las primeras alertas, la comunidad internacional sigue sin ponerse de acuerdo sobre este creciente fenómeno migratorio.

El último informe de ECODES ratifica la necesidad de afrontar seriamente el problema.

España, dice el estudio, no es ajena. Muy al contrario. Y el norte peninsular está justo en el ojo del huracán, Galicia incluida.

El cambio climático es fruto del modelo de desarrollo de las naciones ricas del norte global, en particular, de cien compañías muy concretas, responsables absolutas del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero de los últimos veinte años. Sin embargo, es el sur global el que sufre las peores consecuencias del calentamiento planetario. Una situación, decía el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, “sin precedentes” en la historia de la Humanidad y lo que es peor, hoy por hoy, anclada en un punto de no retorno. El cambio climático es tan incuestionable como irreversible. Lo único que cabe hacer a estas alturas de milenio es buscar un modo de minimizar los daños.

Por fuerza o a la fuerza

Porque el cambio climático lleva aparejadas consecuencias socioeconómicas. Para empezar, hace que el hábitat se degrade y se vuelva inhabitable (lentamente, esto es, por elevación del nivel del mar, acidificación de los océanos, deshielo… o bien de modo repentino: huracanes, olas de calor o frío, inundaciones…), lo que obliga a muchas personas, por lo general sumidas en contextos ya de por sí vulnerables, a emigrar y abandonar sus comunidades. Son las “migraciones climáticas”, un nombre genérico sobre el que no se pone de acuerdo la comunidad internacional, pero que viene a describir este creciente fenómeno de movilidad humana, pseudo-voluntaria o forzosa, tanto interior como internacional; incluidos los desplazamientos y el refugio.

Fotografía: Georgina Goodwin

Un estudio encargado por la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES) a la investigadora del Centro de Estudios de Derecho Ambiental de Tarragona, Beatriz Felipe Pérez –que cuenta con el aval del Comité de Expertos sobre Migraciones Climáticas-, acaba de ratificar los peores presagios. Si bien –dice Beatriz Felipe- las migraciones climáticas suponen un “fenómeno complejo, heterogéneo y multicausal”, son una realidad a lo largo del planeta, “desde Alaska hasta los pequeños Estados insulares del Pacífico”. Y España, aunque no se vea afectada de un modo tan grave ni tan severo, lo está en buen grado. No en vano es un “país muy vulnerable”, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), debido a su situación geográfica y sus propias características socioeconómicas.

Honduras, España

Tal y como señala el estudio ECODES, España ya sufre situaciones de cambio climático “que afectan al sustento de los hogares”, lo que, inevitablemente, “influye en la movilidad” de las personas afectadas. Salvando las distancias, es el mismo problema que originó la caravana de migrantes que ha atravesado México procedente de Honduras camino de Estados Unidos. Además de la pobreza, la inseguridad o la falta de expectativas, la causa subyacente de ese desplazamiento masivo hacia el norte no es otra que el cambio climático.

200 millones en 2025

Y es que la tendencia prevaleciente de los movimientos migratorios –explica Beatriz Felipe- va de las regiones rurales a las urbanizadas. Suelen tener lugar en el interior de los países, aunque hay constancia de traslados internacionales: el problema es su cuantificación. Las cifras sobre migración climática son otra fuente de controversia, pero el informe 2018 del IPCC ha calculado en un total de 18,8 millones los desplazamientos internos globales que se sucedieron en 2017 motivados por desastres; por sequías, otros 1,3 millones. No hay cifras fiables para reflejar las migraciones internacionales, sin embargo, pese a que, según apuntan todas las organizaciones, están escalando. Las previsiones más pesimistas apuntan a que aumentarán hasta los 200 millones de personas en 2025; mil millones en 2050. Una vez más, tampoco es una conclusión unánime. Hay expertos que incluso niegan la existencia de una migración climática como tal. Atribuyen esa movilidad a las situaciones de pobreza e inestabilidad social en la que vive esa población.

Galicia caníbal

La gran vulnerabilidad de España al cambio climático se traduce en hechos palpables. La desertización avanza rápidamente, al punto de que hoy por hoy, más de dos terceras partes de nuestro territorio están catalogadas como áreas áridas, semiáridas o bien sub-húmedas secas. Es, de hecho, el país europeo con mayor riesgo de sufrir desertización severa. Las sequías se mantendrán, igual que la escasez de agua irá adquiriendo cada vez mayor importancia.

El norte peninsular, tradicionalmente más lluvioso, poco se libra del desastre climático. ECODES, citando a la Agencia Europea de Medio Ambiente, advierte de la previsible disminución de la biodiversidad, un mayor riesgo de incendios forestales y daños en los cultivos debido a un aumento de las olas de calor, cuya incidencia será superior, cambiando los patrones de las precipitaciones. También habrá cambios en la distribución de las enfermedades infecciosas. La mortalidad relacionada con las altas temperaturas –anuncia- empeorará.

Pese a ser “un país muy vulnerable” por su propia situación geográfica y sus características socioeconómicas, España es uno de los que obtiene peores resultados en políticas climáticas, según el Índice de Acción Climática

 

Por otra parte, el incremento del nivel del mar, que está afectando a las zonas costeras, y las propias llanuras aluviales, son asimismo puntos críticos, de tal modo que crecerá notablemente el riesgo de inundaciones.

Así y todo, España, según el Índice de Acción Climática 2018, saca pobres resultados en política climática. Ocupa el puesto 38 de 60, bajando cinco respecto a 2017. Luego –sugiere ECODES- “debe asumir compromisos más serios en relación a la mitigación del cambio climático”, así como tomar medidas para remediar “su deuda climática” con otras regiones del mundo, por ejemplo, incrementando sus políticas en materia de cooperación internacional.

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